Los guardianes del deber y la juventud
Entre los recuerdos imborrables de la Promoción 83, hay un grupo que merece un reconocimiento especial: aquellos compañeros que, apenas egresados, vistieron el uniforme de la Patria y partieron a servir como soldados bachilleres. Eran jóvenes de sueños intactos, pero también de valor sereno; muchachos que, en nombre del deber, dejaron atrás los patios del colegio para asumir con gallardía el compromiso de defender los ideales de una nación.
Durante un año entero, cambiaron los cuadernos por fusiles, los recreos por guardias y el bullicio del colegio por el silencio de los cuarteles. Aprendió el significado de la disciplina en su forma más rigurosa, pero también descubrió la hermandad que nace del sacrificio compartido. Su servicio no fue solo una obligación, sino un acto de amor silencioso hacia la tierra que los vio nacer, un testimonio de carácter y de entrega.
Hoy, la Promoción 83 los recuerda con gratitud y orgullo. Aquel puñado de jóvenes valientes llevó consigo el espíritu del Politécnico y lo hizo ondear junto al tricolor nacional. Ellos representaron con honor a su generación, demostrando que el conocimiento también puede marchar al compás del valor. Su paso por la vida militar fue una lección más, quizás la más dura, pero también la más noble: servir a Colombia con dignidad, con el alma firme y la conciencia limpia.
